Desde el momento en el que nacemos nos vemos inmersos en un flujo constante de interacciones, y como consecuencia de ello surge inevitablemente el conflicto. A pesar de la visión negativa generalizada, la realidad es que los conflictos no tienen porqué ser perjudiciales si se abordan de una manera adecuada. Sin embargo, en ocasiones nuestras propias barreras psicológicas nos impiden conseguirlo. Trabajar estas barreras psicológicas, mejorar nuestra empatía o asertividad son algunas de las claves que nos ayudarán a conseguir una mayor comprensión de esta parte tan esencial de las relaciones humanas.
La conducta antisocial es una problemática que surge por la combinación de diversos factores entre los que destacan la conducta turbulenta en la escuela, el consumo de drogas, el alcoholismo, la relación antisocial con sus padres, las alteraciones emocionales, el maltrato, los problemas familiares, entre otras situaciones que hacen a los individuos más vulnerables.
El temperamento hace referencia a una serie de características conductuales y emocionales individuales. Nos manifiesta el cómo los individuos reaccionan ante determinadas circunstancias. Suele tener una base genética, constitucional y correlatos biológicos identificables. Presenta una cierta estabilidad a lo largo del tiempo y contextual, aunque al mismo tiempo va a presentar una cierta flexibilidad necesaria para la adaptación.
Comportamiento antisocial en la niñez o la adolescencia
El objeto de atención clínica es un comportamiento antisocial en el niño o el adolescente que no es debido a un trastorno mental (p. ej., trastorno disocial o trastorno del control de los impulsos). Los ejemplos incluyen actos antisociales aislados de los niños o adolescentes (no un patrón de comportamiento antisocial).
Manifestaciones de conducta antisocial:
Agresión a personas y animales
Destrucción de la propiedad
Fraudulencia o robo
Violaciones graves de normas